EL PURGATORIO.
El Purgatorio
Según la tradición eclesiástica, el purgatorio es el proceso de purificación después de la muerte que limpia al hombre de cualquier mancha y le permite la entrada a la consumación celeste.
Tradicionalmente se adulen varios textos de la Sagrada Escritura como pruebas a favor del purgatorio. El pasaje del segundo libro de los Macabeos (12,40-45) que se cita con frecuencia, certifica ciertamente la fe en la resurrección de los muertos, pero no una purificación en el más allá. Tampoco el Evangelio según San Mateo (12,32) puede entenderse como prueba de la existencia del purgatorio.
Mas difícil resulta el pasaje del Evangelio según San Mateo (5,25-26), tan importante para la teología patrística, que habla de una cárcel de la que nadie sale hasta haber pagado el último céntimo. En la interpretación de la exegesis actual, la cárcel a la que ahí se alude no es el purgatorio sino el infierno.
Una doctrina específica del purgatorio solo se elabora en la época patrística a partir de las ideas bíblicas sobre la promesa y realización de la salvación. En ello tuvieron un papel importante la celebración de la Eucaristía y el desarrollo del sacramento de la penitencia. La plegaria por los difuntos está atestiguada desde el siglo II.
El decreto del Concilio de Trento acerca del purgatorio parte del supuesto que, además de la remisión de la pena temporal en este mundo, sea necesaria una purificación a través del purgatorio en el más allá, y en el cual la Iglesia puede ser de ayuda a las almas de los difuntos mediante su oración impetratoria y sobre todo por medio de la Santa Misa.
El termino de purgatorio como “fuego purificador” se impuso en occidente hacia el siglo XII y por influencia del texto de la primera carta de San Pablo a los Corintios (3,15): “el que se salva, pero como quien pasa por el fuego”; es un expresión que fácilmente puede inducir a una serie de malentendidos, ya que, de una parte, localiza casi de necesidad el proceso purificador y, de otra, no tiene suficientemente en cuenta los múltiples significados simbólicos del empleo metafórico del “fuego” en la Sagrada Escritura. En un nivel especulativo la purificación en el más allá ha de entenderse como el anhelo, alentado por el amor, de verse libre de las últimas deficiencias que todavía impiden la contemplación plena y perpetua de Dios. Solo en la medida en que ese crecimiento en el amor de Dios resulta doloroso, se puede hablar de sufrimiento en el purgatorio.
Rahner entiende el purgatorio como un proceso integrador que se da después de la muerte, incorporando la múltiple realidad humana de la decisión fundamental del hombre tomada en vida. En virtud de la comunicación amorosa de todos los que están unidos en Cristo ese proceso puede estar sostenido por la intercesión de los hombres.
Catecismo de la Iglesia Católica (1030) los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
Ruiz: un modo tan entendido como errado de entender el purgatorio es concebirlo al modo de un infierno temporal. En verdad, su carácter penal no puede ser exagerado hasta el punto de otorgar la primicia o convertir este estado en un “universo concentracionistico”. La liturgia dice que quienes lo integran “duermen en el suelo de la paz”; el elemento de expiación penal ha de ser equilibrado con la idea de proceso de madurez.
Medard: la purificación o el purgatorio se puede entender como un momento no temporal de la acogida en el amor consumador de Dios. No es una etapa intermedia entre cielo e infierno, sino una parte de la consumación positiva. En efecto, si el hombre encuentra su identidad plena exclusivamente en nosotros, pecadores, la separación de verdad y error, de lo integrable y lo no integrable. Pero esta separación se hace superando la permanente resistencia de la voluntad de autoafirmación, que se aferra a esta contradicción en cada intento de “convertirnos” a la voluntad de Dios.
No debemos imaginar este “proceso” como un fenómeno dilatado Enel tiempo después de la muerte, sino como un aspecto irrenunciable de la intensidad del acontecimiento de consumación que se produce en la muerte de cada individuo.
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