Domingo III de Pascua
Domingo III de Pascua.
Un día que caminaba por la orilla del lago los llamo "vengan conmigo" y ellos se pusieron en camino y paso a paso, fueron entendiendo que aquel llamado era a transformar la vida, con habilidades incluso. Aquel día no los incitaron a una pachanga, sino a un discípulo para ser en otro tiempo "pescadores de hombres".
Caminos recorridos junto al Señor son muchos, pero ¿qué tanto hemos aprendido de él? Seguimos haciendo lo mismo, seguimos actuando igual, ¿qué pasa que no queremos dejar el "siempre se ha hecho así"? ¿Acaso tiene que volver el Señor a repetirnos las cosas una y otra vez? ¿Será qué tiene que decírnoslas con plastilina para que podamos entender? O más bien es qué no queremos entender y no nos atrevemos a marcar la diferencia.
Cansados estamos de decir que amamos a Dios, pero le ponemos limites al amor, le ponemos excusas al amor. Amamos a Dios pero le huimos al amor de Dios, y nos refugiamos en falsos amores. Juzgamos a otros por sus maneras de amar a Dios, pero Jesús vuelve y juega ¿me amas más que a éstos?, entonces, te quedarás callado o te atreverás a responder.
Amar a Jesús es algo sumamente serio, y al igual que el Primero de los Apóstoles, está la necesidad de testimoniar el amor, no a ratos, no en fechas espaciales, no por temporada o por moda, es siempre y hasta el final.
El corazón de nuestra fe es la celebración eucarística, es la razón de vida de quien ha iniciado el camino del discipulado, no puede ser la participación de un ritual por simple protocolo, sino la experiencia misma del amor en aquél que ha resucitado.
No podemos convertir el amor, la fe, la experiencia de Dios en un cúmulo de sentimentalismo, no puede ser una cuestión romántica. Para muchos amar a Jesús es solamente admiración y nada más. Amar es mucho más, como dice el canto, "amar es vida, vida es alegría, quién nunca amó vivió sin ilusión".
Amar a Jesús significa dar gloria a Dios en todas las situaciones de la vida, también en las de sufrimiento y muerte, pero curiosamente es en las que ese amor romántico se disuelve.
Solo el amor verdadero queda sin importar si hay que sufrir o morir por la causa del Evangelio.
(P. Deiby Sánchez - @pdeibysanchez )
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