Domingo V de cuaresma

Volver, pero ¿a dónde?
Tantos siguen lejos de casa, pero mientras nos quedamos midiendo los kilómetros y actuando como jueces de los demás, nos alejamos del corazón de Dios.

Acusar y condenar tantas veces parece ser el hobbie de muchos. Señalar a los demás por sus errores, por sus faltas, por sus pecados, creyendo que sobre nuestras cabezas ya brillan las aureolas de la santidad, pero tanta luz, tanto brillo, opaca la mirada y por eso no somos capaces de mirar la propia vida, el propio pecado.

¿Cómo miramos a los demás? ¿Qué expresa nuestra mirada? porque hay "miradas que matan", pero Jesús mira distinto, él mira con ojos de misericordia, y perdona.

Cuántas veces nuestro propio pecado nos lanza a los pies de Jesús y no levantamos ni la mirada, por pura vergüenza, esperando las pedradas de nuestro propio juicio y olvidando la mirada de misericordia de Jesús que perdona y levanta.

Necesitamos aprender a tener la actitud de Jesús, y mirar mas allá de la ley y contemplar a la persona. Ciertamente el pecado nunca puede ser aprobado, más la persona es siempre salvable y hay que darle siempre la oportunidad de volver a casa y al corazón de Dios.

Dejemos caer las piedras que matan para llenar nuestras manos del amor de Dios, ese amor que es misericordia y sobrepasa los límites de la ley.

Qué cada uno pueda vivir la experiencia de estar a solas, miserable y misericordia, juntos, levantando mucho mas que la mirada al oír las palabras de Jesús: "yo tampoco te condeno".

(P. Deiby Sánchez - @pdeibysanchez )

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