El Pimiento: un eterno sin eternidad.
La vida tiene un inicio desconocido. En realidad, no tenemos idea del momento exacto en que la vida comenzó a vivir.
Celebramos tantos cumpleaños, celebramos el día en que salimos del vientre materno, pero, no celebramos el día en que comenzó la vida, porque ese dato parece ser un misterio que solo Dios conoce.
También con el Pimiento nos ha pasado lo mismo, y es que no conocemos ni siquiera la fecha exacta en que fue colocado en aquel lugar que luego sería el centro de la Plaza Vargas, la que sin duda siempre fue engalanada por el esplendor de aquel a quien llamábamos "el eterno vigilante".
Gracias al Cronista del Valle de San Bartolomé, Sr. Elíseo Zambrano, podemos conocer un aproximado del tiempo en que fue plantado: 1670-1700.
También contamos con el dato que en el año 1994, el entonces Ministerio del Ambiente y de Los Recursos Naturales Renovables (MARNR), después de realizar una evaluación dendrocronológica al Pimiento, estimara una edad aproximada de 420 años de sembrado. Significa entonces que, este "emblemático" árbol, vivió 444 años.
Para los días 9-20 de noviembre de 2018 me paseaba junto a mi mamá por la Plaza Vargas, pernoctamos allí como por una hora, contemplando la majestuosidad del Pimiento.
Caminar bajo su sombra y sentir la frescura producida por el movimiento de sus grandes ramas, mientras un pequeño niño de cinco años se paseaba al rededor, es una experiencia para recordar y permitir a la mente hacer un recorrido por la aventura de vivir. Por qué quien diría que, dos meses después veríamos al imponente Pimiento, derrumbarse por completo.
Pensar en la vida, es pensar en la muerte, una experiencia de la misma vida que también es un misterio, tal como el inicio de la misma. Desconocemos ambos momentos, el del inicio y el del final.
Creo que son tan acertadas las palabras del filósofo Sören Kierkegaard: "Desde el mismo momento de su nacimiento, el hombre está lo suficientemente maduro para morir"; y quizá incluso no tanto desde el momento del nacimiento, sino desde el momento en que empieza la vida, y no solo el hombre, sino todo cuanto vive.
El "Eterno Vigilante" parece ser, no era tan eterno como tantos llegamos a imaginar.
Inmenso en todo su esplendor, tan fuerte y tan débil a la vez.
Toda vida tiene un inicio y también un final, y cuando este llega, vemos dos números unidos por un guión, el primero que expresa el inicio de la vida, y el segundo que expresa el final. Lo oí en una película, y es tan acertado, lo que importa no son los números sino el guión en medio de ellos.
"El guión" es la vida, llena de altibajos, llena de todo y vacía de nada.
Sé que a muchos nos ha importado mucho saber con exactitud el numero de años del Pimiento, tal vez yo el primero. Pensando en esto, creo que el duelo que nos embarga al ver este "emblema" derrumbado, nos debe llevar a la reflexión y aprender a valorar la vida en todas sus manifestaciones, para que esta siga manifestandose con todo su esplendor.
Ey! Aquí no se trata de politizar lo acontecido. El Pimiento no se derrumbó por la ineficiencia de los organismos del gobierno. Son muchos los árboles que día a día mueren, y pasa porque los seres humanos nos hemos encargado de hacer que eso suceda. Recuerda cuándo fue la última vez que colocaste la basura en cualquier lugar y no en el indicado.
También lo afirma Kierkegaard: "la vida es una enfermedad mortal", y parece ser que los vivos ayudamos a que su fin llegue mas pronto de lo esperado.
Todo cuanto fue creado Dios nos lo ha entregado, no para destruirlo sino para cuidarlo (Cf. Gn 1,28-29), y "vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno" (Gn 1,31), seguramente nos estamos alejando cada vez más del plan original.
La muerte del Pimiento es culpa de todos, es nuestro pecado de omisión, porque viéndolo cada día nos acostumbramos a él y no lo cuidamos como debió ser. Ahora tendremos que acostumbrarnos al vacío que ha dejado en la Plaza Vargas, y seguramente en la mente y el corazón de tantos. Esta Plaza ya no será la misma sin su "eterno vigilante".
Necesitamos que surjan muchos vigilantes humanos, que estén atentos al cuidado de la casa común, de la madre tierra, y nos hagan un llamado de atención cada vez que nuestras acciones atenten contra la vida en todas sus expresiones.
Espero que las raíces del Pimiento, o sus restos, o que alguna de sus semillas, ahora al morir, den paso a nueva vida, y entonces se levanten sobre nuestro Valle de San Bartolomé "nuevos vigilantes" que aunque no sean eternos nos recuerden que la vida se vive y se cuida hasta que el final.
(P. Deiby Sánchez)
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