PRIMERA MISA. DOMINGO 30 DE MARZO DE 2014
PRIMERA MISA. DOMINGO 30 DE MARZO DE 2014
Una llamada del Señor, a encontrarme con Él cara a cara, pero de una forma especial en las calles de pueblos y ciudades, me ha llevado no solo a hablar de Él en la calle, sino de verlo en los rostros de tantos jóvenes, y aunque me tilden de loco, es la forma en la que Dios se me ha revelado, no todos lo entienden, pero son las experiencias vividas las que me hacen afirmarlo cada vez que me preguntan sobre ese “sentir a Dios”, no se como lo sienten los demás, o no se como esperan sentirlo, en mi caso son las incontables experiencias que me ha regalado en la que he experimentado su presencia fiel y autentica. Creo que seria bueno contar un poco sobre esto, sobre como Dios ha estado en la vida de un joven al que muchos llaman “loco incurable”.
Mi vida de niño como la de la mayoría, la casa, los hermanos, los primos, los amigos de escuela, con quienes se pasan ratos agradables, donde parece que la diversión nunca termina, y si hay algún problema rápidamente se soluciona y todo regresa a la normalidad, y que mas decir de la vida de los pequeños si ser niño es jugar, divertirse y ser feliz sin saber por que. Ahora bien, como todo ser humano pues hay que crecer, y pues rápidamente paso a contar sobre esa etapa de la vida que se torna un poco mas complicada, la juventud, y pues decir que por la necesidad de ayudar a mi familia, pues tuve la gran oportunidad, o la dicha de trabajar en un club nocturno (mi trabajo era ayudar a mi maná en la cocina), un lugar donde los jóvenes acudían los fines de semana a divertirse, un ambiente de música, baile, licor, prostitución, …; a su ves, en la parroquia colaboraba en la catequesis de primera comunión y confirmación, dos actividades totalmente contrarias, pero que marcaron mi vida. Catequesis parroquial y club de fiestas, dos lugares donde compartía con jóvenes, muchos de ellos menores que yo, otros contemporáneos, y otros tantos mayores, pero en fin todos jóvenes. Unos formándose para la recepción de un sacramento, otros simplemente “pasándola bien”, y yo, en medio de esas dos realidades, y comienza a suscitarse una pregunta en mi mente, ¿a cual pertenecer? Y pues como cualquier joven, lo que se desea es diversión, pasarla bien, compartir con los panas, pero llegaría el momento en que había que pensar mejor las cosas, pues la vida hay que tomársela en serio, y pues el tiempo paso, y de repente, llego el momento decisivo… ¿Dios o el mundo?
Sin saber lo que el Señor pedía, o como se la estaba jugando para hacerme ver a donde me llevaría, la decisión fue tomada, y dije: Dios, mi opción eres tu. Fue entonces cuando ingrese al seminario y comencé el proceso de formación sacerdotal, aunque sin muchos anhelos de ser un sacerdote, para aquel momento era una simple curiosidad. Luego de un caminar en la formación, y después de haber vivido experiencias de Dios, me dije, “nada que ver, ser curas es de locos” y entonces sin pensarlo, ni meditarlo, tome la decisión de dejar todo lo que había caminado y retirarme del seminario. Sucedió que, estando ya fuera, las preguntas de tanta gente, comenzando por la familia, en cuanto al ¿Por qué? de mi retiro del seminario, quise huir de toda esa realidad que en ese momento enfrentaba, pues ni yo, a ciencia cierta, sabia el ¿Por qué? de lo que había hecho, incluso llegue a decirme a mi mismo, que había cometido la estupidez mas grande de mi vida. Me aleje por completo de todos los que conocía, buscando también huir de Dios, pues sentía que estar con Él todo sería mas confuso, y me fui a vivir una experiencia con gente desconocida y un ambiente muy diverso de aquel en el que había pasado toda mi vida. Pero allí Dios siguió hablando a mi corazón, especialmente desde el trato con tantos jóvenes, cada uno con realidades muy diversas, cada quien con sus propios rollos, sus propias dificultades, y yo huyendo de eso, y donde lo menos que quería pensar, era en eso de ser sacerdote. Pero Dios también se las trae, y me hizo descubrir que ciertamente el haberme retirado del seminario si había sido una estupidez muy grande. Y desde allí Él se las arreglo para valerse de esa estupidez para mostrarme nuevos desafíos a enfrentar. Él no dejo de llamar, siempre estuvo allí, demostrándome a cada instante que Él nunca se arrepiente de la llamada que hace a cada quien (Cfr. Rm. 11, 29), estaba constantemente a mi puerta, llamando, (Cf. Ap. 3,20), esperando que yo decidiera abrirla de nuevo. Y yo buscaba formas de huirle en todo momento, pues “ser cura, es de locos”. Esto me costo entenderlo, pero Dios se valió entonces de los mismos jóvenes, de los que al igual que yo, estaban en dificultades, en problemas, en toma de decisiones, en búsqueda de respuestas, para mostrarme que a esto me estaba llamando y termine siendo un loco mas, incluso he llegado a sentirme como el profeta Jeremías, cuando dice: “me engañaste Señor, y me deje engañar, eras mas fuerte que yo y me venciste” (Jr. 20,7), hasta que dije: “ok, esta bien, ganaste!, y ¿ahora que quieres que haga?” y la respuesta de Dios fue: “Un loco mas”. Y entonces, aunque antes no lo entendía y ahora todo estaba mas claro, acepte la llamada de Dios, que me invita a encontrarme con el, en el servicio sacerdotal, descubriéndolo en la vida de los jóvenes, especialmente de aquellos a quienes la sociedad ha etiquetado como “jóvenes malos”
Y lo repito de nuevo, una llamada del Señor, a encontrarme con Él cara a cara, pero de una forma especial en las calles de pueblos y ciudades, me ha llevado no solo a hablar de Él en la calle, sino de verlo en los rostros de tantos jóvenes, pues ha sido desde experiencias en aquellos ambientes juveniles donde he podido experimentar un Dios que habla en silencio y me repite a cada instante, “tengo sed” (Jn. 19,28), un Dios que a través de los jóvenes me invita a vivir el evangelio, sobre todo en aquel pasaje del evangelio según san Mateo, que nos narra la forma de cómo se manifiesta a través de los hambrientos, sedientos, desplazados, desnudos, enfermos, encarcelados (Cfr. Mt. 25, 35-36), y en estos ambientes de hoy se encuentran muchos en tales situaciones, es allí donde también estamos llamados a encontrarnos con el Dios que nos llama a servirle.
Jesús nos dio testimonio, Él se acercaba a los pecadores, a los enfermos, a los leprosos, y no solo se acercaba, sino que caminaba entre ellos y con ellos, les sanaba, les perdonaba, y hasta comía con ellos. Jesús no solo dio este testimonio a sus discípulos, sino que llama a todos, como bautizados a hacer las cosas a su estilo. Quizás, en muy pocas oportunidades, se habla de los jóvenes como evangelizadores, pero esta invitación de Cristo, es para todos. Y tomando el ejemplo de muchos santos, el salir con Cristo a la calle es un gran desafío, pero hay que arriesgarse, y echar una mirada al mundo, y ver cuanto se puede aprender, desde un caminar de evangelización en todos esos ambientes de los que en las mayorías de las ocasiones se huye.
Bien se puede afirmar que después de vivir y experimentar a Dios en la vida de aquellos que se dice “son malos”, después de ese apostolado callejero, que no tiene hora, sino que es constante, es hablar de Dios en el lugar donde nos encontremos, ciudad, barrio, plazas, en la parroquia, en la parada del autobús, allí donde el Espíritu Santo quiera llevarnos, ir a los jóvenes, pero también a los adultos, ir a las personas sin casa, ir a los adictos, ir a los que en su cuerpo llevan tatuajes, parcing´s, en fin, ir a todos; después de todo, siempre se regresa a casa diferente, pues algo en nuestra vida cambiara.
En muchas ocasiones podemos sentirnos débiles, sin fuerzas, sin saber que hacer, o que decir, pero debemos tener en cuenta que tenemos una fortaleza, es el Espíritu Santo, y un alimento en la Santa Eucaristía (JHS), también de la Sagrada Escritura, y el rezo del Santo Rosario, así que si tenemos fe, nada ni nadie nos podrá detener. Basta creer para ver los cambios en las personas, en los jóvenes, de cómo poco a poco, comenzaran a cambiar, desde su estado de ánimo, su mentalidad, condición de vida. Personas que dan un giro en sus vidas, desde tener con una mentalidad casi atea o indiferente ante Dios, a una vivencia de Dios; o personas que dejan de lado un estado de depresión para estar alegres en el Señor y llenos de esperanza.
Es muy común ver en las calles a muchas personas de algunos grupos cristianos no católicos, hablando de Dios, pero tristemente, son muy escasas las veces que oímos a católicos en las calles. Es mas, si eres católico y sales a la calle a evangelizar seguro nadie creerá que eres católico. Pero es el momento de que tomemos el ejemplo de Cristo, que salía a las calles, a encontrarse con pecadores, leprosos, en fin, con los excluidos, así también nosotros debemos salir con Cristo a las calles de nuestras comunidades, cada uno dando de lo que posee, desde aquellos talentos que el Señor le ha otorgado, para que llegue el mensaje de la Salvación a muchos que necesitan, ciertamente la mejor manera es vivir a Cristo. Estamos llamados a ser prolongadores de la Luz de Dios en medio de un mundo en oscuridad. Es el Espíritu Santo quien nos anima para llevar a Cristo a las calles, no pongamos escusas, ni siquiera la edad es excusa para manifestar a Dios… Jesús, como lo hizo con los discípulos, hoy también sigue llamando, su invitación es para todos. No tengamos miedo, ciertamente que no es un trabajo fácil el evangelizar en circunstancias como las que vivimos y las que podemos encontrar cada día, pero el hacerlo es apasionante, podemos encontrar un mundo que nos rechaza, pero miremos un poco mas allá, y podemos descubrir que en el fondo necesitan de Dios, y que nosotros se lo podemos trasmitir, tomemos el ejemplo de María Magdalena, la primera mensajera del Resucitado, que al conocer la Buena Noticia, salió corriendo a contarle a todos que Cristo esta vivo, pues bien, ciertamente, Cristo vive, hagamos que el mundo lo sepa.
Ha sido con experiencias de calle como Dios se valió para mostrarme lo que quería de mi, yo buscaba huirle, era como jugar a las escondidas, y escondiéndome mas lo encontraba, el siempre saliendo a mi encuentro, hasta que me di por vencido y no me dejo otra salida que seguirlo, aceptar la invitación de ir tras sus pasos, y ser un colaborador en la construcción del Reino. Todas estas aventuras sucedieron en medio de las calles, conociendo y compartiendo con jóvenes que pasan mas tiempo en las calles que en sus hogares, jóvenes que aun estando rodeados de “amigos” se sienten solos, jóvenes que no son escuchados, jóvenes en lo que a simple vista, viven en oscuridad y tinieblas, pero que cuando decidí acercarme a ellos, nunca imagine encontrar lo que allí encontré, pues en medio de ellos descubrí a una luz que me mostro nuevos caminos, esa luz tiene un nombre y es Jesús, el de Nazaret, el que murió en la cruz, pero que ahora estaba en las calles de aquellos barrios, estaba en cada rostro de esos jóvenes, de allí que termine por decirle a Jesús: “me escondía de ti y te encontré donde nunca lo había imaginado, te encontré en la calle”, pues ese es el lugar en el que me encontré con el “Loco de la cruz”, y ciertamente que ha de estar loco para llamarme a ser un ministro suyo. Fueron esas experiencias las que me llevaron a aceptar una vez mas la llamada de Dios, solo quiero ser lo que esta en el corazón de Dios, ser fiel a la vocación que me ha dado, y seguir dándolo a conocer a tantos jóvenes, que ellos al igual que yo, también encuentren a Dios en sus vidas, ya sea en la calle, en el colegio, en la universidad, en la plaza, en la Iglesia, que así como le sucedió a Pablo, cuando en el camino a Damasco, fue envuelto por la Luz del Resucitado, y desde entonces proclamemos todos juntos que esa Luz no tiene ocaso, pues la Luz siempre brillara en medio de la oscuridad, aun cuando esta parezca muy densa.
A los jóvenes les digo que no se trata de ser sacerdotes, o religiosos, no, se trata de ser jóvenes que aceptan a Dios en sus vidas, que aceptan ser sal de la tierra, para dar sabor a Cristo, y ser luz para iluminar el camino de muchos que de desvían, en fin, se trata de ser santos, jóvenes santos, y una santidad sin limites, sin barreras, solo eso, ser santos desde el tiempo de nuestra juventud y mostrar al mundo el rostro eternamente joven de Aquel que amo hasta el extremo, cada uno desde el camino que escoja para caminar a la casa del Padre, el mío no lo camino solo, el mío lo camino rodeado de los jóvenes pues gracias a ellos pude descubrir como Dios me llamo al sacerdocio, un ministerio que consagro a Jesús Eucaristía, y que dedico a los jóvenes, para juntos llegar a la meta: la eternidad con Dios.
Pbro. Deiby Sánchez.
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