Apuntes de Teología: La Parusía
El Antiguo
Testamento atravesado por la idea de la promesa y fidelidad de YHVH. YHVH
promete y es siempre fiel a su cum0plimiento. Pero sus promesas son cada vez
mayores, más amplias, más ricas que las realizaciones, de un modo que siempre quedamos
a la espera de otra intervención mas maravillosa de YHVH. De promesa en promesa
llegamos a Cristo. También él anuncia una nueva intervención extraordinaria de
YHVH. El Reino de Dios está cerca. El Reino de Dios esta ya presente. El Reino
de Dios está a punto de venir sin que pueda prever exactamente cuándo. Estas
predicaciones dentro del horizonte apocalíptico en que se vivía dieron
fácilmente pie a la expectativa de una inminente y última intervención de Dios
en forma de catástrofe final (Mc 13).
La Iglesia en
su forma mas estructurada, oficial, va desplazando hacia el campo doctrinal la
perspectiva escatológica a medida que los brotes adventistas siguieron
presentes en grupos al margen de la Iglesia oficial o en segmentos populares en
el interior de la Iglesia.
En un intento
de síntesis de la perspectiva doctrinal con la valoración de la proximidad de
la venida del Señor, la teología moderna, primero la protestante y luego la
católica, buscaron una nueva interpretación de esta temática. Se despoja el
hecho de la Parusía del Señor de su colorido apocalíptico. Se intenta superar
una concepción lineal de la historia, en la que la parusía estaría en el punto
final de la misma. La parusía-segunda venida gloriosa del Señor- se da en el
momento de la resurrección en la hora de la muerte de cada hombre. La parusía
es la resurrección que alcanza a la historia: a la historia de todos los
hombres y de todos los tiempos. Siempre está sucediendo. Penetra nuestra
historia y la lleva a su plenitud, a su acabamiento. Este fin esta próximo a
cada hombre. Porque el Señor siempre esta viviendo. Y cada venida del Señor, en
cuanto ultima y escatológica presencia de Dios, pone a cada uno delante de la
opción radical en torno a la cual todas las demás decisiones toman sentido y se
organizan. Esta parusía del Señor en nuestra existencia de cada día adquiere en
la muerte el esplendor de la transparencia. Aquello que éramos ya por
definitividad de tantos encuentros con el Señor, en la oración, en las
celebraciones, en la caridad fraterna, es asumido por la gloria de la aparición
del Señor de la gloria.
Tradicionalmente,
como signo de la parusía se suelen citar tres: la predicación del evangelio en
todo el mundo (Mt 24,14), la conversión de Israel (Rm 11,25s), y la aparición
del anticristo (2Tm 2,3). No podemos olvidar que Jesucristo ha dejado claro que
él no conoce ni el día ni la hora de la parusía (Mc 13,32), por ello, los
llamados signos de la parusía han de ser interpretados más bien como
condiciones previas a la llegada ultima de Cristo.
La
resurrección de los muertos para el hombre en su totalidad, el cual ha sido
creado por Dios, y así, en el cristianismo es el hombre en su totalidad el que
queda salvado. Así la salvación es el retorno al paraíso perdido, ya que la
muerte entro en el mundo por la envidia del diablo (Sb 2,24) y en contra de los
planes de Dios. Cristo en su venida final restaurará la creación herida por el
pecado.
El juicio
final sucederá con la venida última del Señor. Tendrá lugar la resurrección de
todos los hombres, justos e impíos, y con ello vendrá el juicio final. Los
profetas a partes del siglo VIII a.C. hablan de que Dios citará a su pueblo
ante el tribunal (Am 2,4-16; Os 1-3; 4,1-5; Is 3,13-15). Dios puede servirse de
pueblos vecinos para realizar sus castigos, aunque los profetas siempre
incluyan una promesa de salvación. los profetas del exilio cuando hablan de
punición, añaden que es colectiva (Ez 18,23) después del castigo, la última
palabra la tiene la restauración (Jr 30,1-33,26).
Los cielos
nuevos y la tierra nueva prometidos se realizarán de la siguiente manera, todo
hombre que vive en pecado no pertenece al Reino de Dios; solo el que vive en
gracia pertenece a él. De la misma manera no podemos pensar que un objetivo
concreto de nuestra acción (un determinado tipo de sociedad, por ejemplo) se
convierta automáticamente en algo definitivo en el cielo, pues en la tierra se
mezcla siempre el bien con el mal y, por ello, Dios tendrá que cribar nuestras
obras en el crisol de su acción transformadora.
José Antonio Sayés
Libanio
Apuntes de clases de teología
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