Apuntes de Teología: La Eucaristía, memorial de la Pascua del Señor
La
Eucaristía, en griego eucharistia es “acción de gracias” y, por lo tanto, evoca en primer lugar, la
acción; alude principalmente a la celebración en su conjunto y en su
despliegue. En segundo momento evoca el resultado de esa acción: el Cuerpo de
Cristo. Claro que la Eucaristía en su sentido propio de acción de gracias, es
el mismo Jesús, pero en verdad toda la celebración, desde su inicio hasta su
final, goza de este carácter de gratitud[1]. La
Eucaristía “es el centro de la vida cristina. La variedad de términos que
designan el ministerio eucarístico manifiesta su riqueza y lugar central en el
organismo sacramental y en la vida de la Iglesia”[2]. La
Eucaristía, en cuanto sacramento (presencia real), no se puede tener sino
dentro del acto que celebra o ritualiza el sacrificio de Cristo, o sea, hace
presente el gesto del Siervo de YHVH, que se ofrece libremente como víctima por
sus hermanos[3].
El memorial:
es un concepto fundamental en toda la vida de Israel, y, en particular, en la
celebración de la pascua viene de la raíz zkr, de la que nacen los términos de
azkarah, sékker, zikkaron. Ve siempre asociado a un objeto sagrado o rito y
tiene como finalidad recordar las hazañas que Dios hizo en el pasado y ponerlas
así ante los ojos de Dios, de modo que él recuerde, actualizándola, la
salvación y la liberación concedidas a Israel. El memorial ante Dios era la
berakkah, es decir, la bendición de la alabanza a Dios.
La berakkah
era un tema típico en la relación reciproca entre Dios y su pueblo y encerraba
la doble dimensión de un Dios que colma a los hombres de sus bienes y de unos
hombres que, sintiéndose beneficiados por Dios, prorrumpen en alabanza y acción
de gracias[4]. Este es mi
nombre para siempre, memorial mío de generación en generación[5]. También
aparece como memorial el sonido de trompetas que anunciaba los sacrificios[6]. Memorial es
también la ofrenda dada para el templo por parte de todo israelita[7]. El rito
sacrificial en Israel. La Oblación que se quema en el altar[8]. El incienso
colocado sobre los panes de la propiciación[9].
Para el
pueblo judío, la Pascua es origen de la fiesta donde celebraron sus banquetes
anuales en conmemoración de la libración de Egipto. La etomologia de la palabra
pesah (en griego páscha), algunos la
hacen derivar del babilonio pasáhu (aplacarse); la mayoría la derivan de la
raíz psh, que significa coger,
saltar. Podemos observarlo donde explica la palabra YHVH por encima de las
cosas de los israelitas, al tiempo que castigaba a los primogénitos de los
egipcios. YHVH cumpliendo las promesas hechas a Abraham, interviene en la
historia de sus descendientes para establecer con ellos la alianza que sellara
su existencia.
“Dijo YHVH a
Moisés y a Aarón en el país de Egipto: este mes será para vosotros el comienzo
de los meses; será el primero de los meses del año. Hablad a toda la comunidad
de Israel y decid: el día diez de este mes tomará cada uno para sí una res de
ganado menos por familia, una res de ganado menor por casa. Este será un día
memorial para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de YHVH, de
generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre” (Ex 12,1-4).
En el Antiguo
Testamento encontramos varias prefiguraciones de este sacramento, como tal: “el
maná, con que se alimentó el pueblo de Israel durante su peregrinar por el
desierto”[10]. “El
sacrificio de Melquisedec, sacerdote que en acción de gracias por la victoria
de Abraham, ofrece pan y vino”[11]. “El mismo
sacrificio de Abraham, que esta dispuesto a ofrecer la vida de su hijo Isaac”[12]. “Así como
el sacrificio del cordero pascual, que libró de la muerte al pueblo de Israel
en Egipto”[13].
Igualmente,
la Eucaristía fue mencionada a manera de profecías en el Antiguo Testamento por
Salomón en el libro de los Proverbios, donde les ordena, a los criados a ir
para comer y beber el vino que les había preparado[14]. El profeta
Zacarias habla del trigo de los elegidos y del vino que purifica. El éxodo
abarca la noche de la celebración, el paso del mar Rojo y la alianza en el
desierto.
El éxodo es
el evangelio del Antiguo Testamento, la Buena Noticia de Dios que ha salvado a
su pueblo y los seguirá salvando en el futuro, “y como orden divina trasmitida
por Moisés al pueblo”[15], “cuando os
pregunten vuestros hijos: ¿Qué significa para vosotros este rito? Responderéis:
este es el sacrificio de la pascua de YHVH, que pasó de largo por las casas de
los israelitas en Egipto cuando hirió a los egipcios y salvó vuestras casas”[16]. Todos estos
detalles del rito tienen un nuevo significado: la vestimenta de viajeros y el
pan ázimo simbolizan la prisa de la salida de Egipto (no hubo tiempo de
preparar pan fermentado); las hierbas amargas significan la amargura de la
estancia en Egipto; la sangre del cordero, la salvación que Dios ha concedido
en aquel momento. El rito se convertirá en memorial (zikkaron) de aquel hecho
salvífico.
El memorial:
la Eucaristía es el sacramento del altar, poseemos un memorial de la Pasión del
Señor; tal es la convicción antiquísima y obvia de la fe, como afirma en
términos clásicos la colecta de la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de
Cristo, según el misal latino de Pablo VI: “Oh Dios, que en este sacramento
admirable nos dejaste el memorial de tu pasión”.
La evolución de la fiesta:
La fiesta de
pascua sufrió con el tiempo diversas transformaciones hasta llegar a la fusión
con la fiesta de los Ázimos. La Pascua era una fiesta donde se reunían dos
familias para celebrar los sacrificios de animal joven para Dios, fuera del
santuario, sin sacerdote ni altar, para obtener fecundidad y prosperidad del
ganado. La victima era asada a fuego, no se le podía romper ningún hueso. Con
su sangre se untaban los palos de la tienda (mas tarde, las jambas de las
puertas), para así alejar amenazas o desastres, verdadero rito protector de
peligros. Sabemos que la sangre de los animales representaba, para los hebreos,
la sede de la vida, significación importante para entender los sacrificios de
expiación, en los que la sangre tendrá parte primordial.
El respetar la
sangre es conocer el poder exclusivo de Dios sobre la vida y de ahí deriva su
función en los sacrificios de expiación, entre Dios y el hombre, vida que el
pecado había roto: la vida de la carne está en la sangre, y yo os la he
entregado para el altar, a fin de celebrar la expiación por vuestras personas.
En principio, el rito del sacrificio del cordero no incluía banquete, al
incluirse este, se comía acompañado de pan sin levadura de los beduinos y
hierbas amargas, hierbas del desierto, no hortalizas. Según el libro de
Deuteronomio explica la fiesta de la pascua como fiesta de peregrinación, puesto
que manda acudir a Jerusalén a inmolar los corderos, este era la centralización
del culto.
Los Ázimos
aluden a la nueva cosecha. Esta fiesta indicaba el comienzo de la siega de las
cebadas que se hace en primavera y culminaba en la fiesta de las semanas, fin
de la cosecha, siete semanas después. Esta fiesta la tomaron los israelitas con
toda probabilidad de los cananeos (Lev 23,10). Después de la conquista de
Canaán, la pascua de los nómadas se unificó seguramente con la fiesta agrícola
de la primavera o Ázimos y ambas fiestas cambiaron su significado originario.
De origen preisraelita (la Pascua) y cananeo (los Ázimos) pasaran a ser una
sola fiesta, fiesta de acción de gracias al Dios de la Alianza por la
liberación de la esclavitud de Egipto.
En Nuevo
Testamento, los sinópticos nos relatan la cena de Jesús, precisamente en la
Ultima comida al advenimiento del reino. Cristo, sabiendo que había llegado su
“hora”, después de lavar los pies a los Apóstoles y de darles el mandamiento
del amor, instituye este sacramento el Jueves Santo en la Ultima Cena[17]. El mismo
Cristo, después de la multiplicación de los panes, profetiza su presencia real,
corporal y sustancial, en Cafarnaúm, cuando dice “Yo soy el pan de vida… si uno
como de este pan vivirá para siempre, pues el pan que yo daré es mi carne, para
la vida del mundo”[18].
Todo esto con
el fin de quedarse entre los hombres, de nunca separarse de los suyos y
hacerlos participes de su pasión. El sacramento de la Eucaristía surge del
infinito amor de Jesucristo por el hombre. Cristo deja el mandato de celebrar
el Sacramento de la Eucaristía e insiste, como puede constatar en el Evangelio,
en la necesidad de recibirlo. Dice “quien come mi carne y bebe mi sangre tiene
vida eterna y yo lo resucitare el ultimo día. Mi carne es verdadera comida y mi
sangre es verdadera bebida”[19].
Para Pablo,
el alimento sacramental de la celebración es el mismo que fue recibido en la
ultima cena, pues es koinonia, comunión con el cuerpo y la sangre del Señor y
por ellos fuente de vida fraterna en Cristo[20].
En la ultima
cena, Jesús muestra una confianza radical en la venida del Reino de Dios. Hasta
el punto de que Jesús se ofrece como sacrificio expiatorio de morir en la cruz
para el perdón de los pecados. Y en esta remisión gratuita por parte de Dios en
lo que consiste la Buena Noticia. Por último, la vida entera y la entrega de
Jesús se mueve impulsado por la paternidad de Dios, que, por puro amor, toma la
iniciativa de la salvación del hombre. El Dios de Jesús es aquel que de antemano
ama a los enemigos, sale en busca de la oveja perdida y del hijo prodigo antes
de que ellos hayan dado un paso por buscarle a él, él hace salir el sol sobre
los justos y los injustos, así como envía la lluvia sobre los buenos y los
malos[21]. Todos los exegetas
están de acuerdo en que el reino de Dios es el tema central de la predicación
de Jesucristo. El Reino llega a los hombres de manera gratuita, sin hacer
balance de sus méritos, de modo que Jesús con su predicación ofrece una nueva
idea de Dios. Su Palabra y sus obras manifiestan la llegada del Reino[22].
A la pregunta
de Juan Bautista de si es él el que ha de venir o hay que esperar a otro,
responde Jesús: “vayan y cuenten a Juan lo que oyen y ven: los ciegos ven, los
cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos
resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; y dichoso aquel que no
halle escándalo en mí”[23].
Jesús hace
todo esto porque tiene compasión con el hombre pecador, todos estos milagros
son signos de la llegada del Reino de Dios, para que el hombre tenga una
conversión. Así mismo, las comidas de Jesús, con los pecadores no son un signo
de amistad, sino un medio que anuncia y hace presente el amor de Dios a los
hombres. Así pues, el banquete expresa también la llegada del reino y, en este
sentido, la eucaristía será el banquete del Reino por antonomasia; como dice
Schürmann, el don de la salvación escatológica; Jesús que presentó repetidas
veces el reino con la imagen del banquete, dijo también que no bebería del fruto
de la vid hasta beberlo con ellos de nuevo en el reino del Padre[24].
El sacrificio eucarístico en los Santos Padres:
Didaché: en este documento se da el
primer testimonio sacrificial de la eucaristía. Los capítulos 9 y 10 aportan
testimonios litúrgicos. El capitulo 14 habla ya expresamente de la eucaristía
como sacrificio que lleva a cumplimiento la profecía de Malaquías. En el
capítulo 15,1 se habla de los obispos y diáconos como ministros del servicio
litúrgico. La eucaristía en la didaché designa la celebración litúrgica
dominical.
Ignacio de Antioquía: Esforzaos,
por tanto, por usar de una sola eucaristía, pues una sola es la carne de
Nuestro Señor Jesucristo y uno solo es el cáliz para unirnos con su sangre; un
solo altar, como uno solo obispo, junto con el presbiterio y con los diáconos,
consiervos míos, a fin de que cuanto hagáis, lo hagáis según Dios.
Justino: la porción de harina prescrita
para los que quedaban limpios de la lepra (Lev 14,10) era figura del pan de la
eucaristía, que Nuestro Señor Jesucristo mandó que se hiciese en memoria de la
pasión sufrida en favor de los que son purificados en las almas de toda maldad
humana.
Irineo: habla frecuentemente del
carácter sacrificial de la eucaristía. Recordemos que escribe contra los
gnósticos, y en este sentido viene a decir contra ellos que los dones de pan y
vino son criaturas que ofrecemos al Padre[25].
Orígenes: habla sobre el carácter
sacrificial de la eucaristía, dice que los altares cristianos se tienen con la
Sangre de Cristo. Nosotros, dando gracias al Creador de todo, comemos los panes
ofrecidos con la acción de gracias.
Tertuliano: de modo semejante, sobre los
días de estación, juzga la mayor parte que no hay que intervenir en las
oraciones de los sacrificios, porque la estación debe terminar recibiendo el
cuerpo del Señor.
Gregorio de Nisa: el que
dispone todas las cosas según su voluntad… según el modo inefable del
sacrificio, modo que era invisible para los hombres, se ofrece a sí mismo como
oblación y victima por nosotros, siendo juntamente, el sacerdote y el cordero
de Dios que quita el pecado del mundo. ¿Cuándo hizo esto? Cuando su cuerpo, que
había de ser comido, lo dio en comida, manifestó claramente que el sacrificio
del cordero se había cumplido.
Ambrosio: vimos venir a nosotros el
príncipe de los sacerdotes, vimos y oímos como ofrecía su sangre por nosotros;
le seguimos, en cuanto podemos, los sacerdotes, ofreciendo el sacrificio por el
pueblo… él mismo es ofrecido en la tierra, porque se ofrece el cuerpo de
Cristo; más aún, se manifiesta que él mismo ofrece en nosotros, cuya palabra
santifica el sacrificio que se ofrece; y él es ahora abogado nuestro ante el
Padre.
Agustín: la carne y la sangre de este
sacrificio se permitían, antes de la venida de Cristo, por la semejanza de las
víctimas; en la pasión de Cristo se ofrecía por la verdad misma; después de la
ascensión de Cristo se celebra por el sacramento de la conmemoración.
Eusebio de Cesarea: presenta la
eucaristía como memorial de la cruz “habiendo presentado al Padre un sacrificio
admirable y una hostia escogida, la ofreció por la salvación de todos nosotros,
legándonos ofrecer constantemente a Dios como sacrificio”.
Magisterio: el Concilio de Trento
(Eucaristía como sacrificio) en el canon primero, el concilio define el
carácter de la eucaristía: “si alguno dijere que en la misa no se ofrece a Dios
un verdadero y propio sacrificio o que el ofrecer no sea otra cosa que el que
Cristo se nos dé a comer, sea anatema”[26]. “Y se ha
mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara el Santo Concilio:
por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia
del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo Nuestro Señor y de toda la
substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia católica ha
llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación” (DS 1642).
El magisterio
actual de la Iglesia. Mediator Dei
de Pío XII (1947), la encíclica
presenta la doctrina de Trento sobre el sacrificio eucarístico. La eucaristía
es el memorial que Cristo nos ha dejado, con el fin de hacer presente entre
nosotros el sacrificio cruento que había de llevarse a efecto en la cruz. La
misa es aquella inmolación incruenta por la cual, por medio de las palabras de
la consagración, el mismo Cristo se hace presente en estado de victima sobre el
altar.
Concilio Vaticano II (SC): “Nuestro
Salvador, en la Ultima Cena, la noche en que fue entregado, instituyo el
sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos,
hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar en su esposa amada, la
Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo
de unidad, vinculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el
alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura”[27]
Mysterium Fidei: esta
encíclica no trata específicamente de la eucaristía en cuanto sacrificio, dice:
en el sacrificio de la misa, se nos hace presente el sacrificio de la cruz, se
conmemora continuamente y se nos aplican sus frutos.
Credo del pueblo de Dios: trae un párrafo
sobre el carácter sacrificial de la misa que supone una identificación explicita
entre el sacrificio de la misa con el de la cruz, “nosotros creemos que la misa
que es celebrada por el sacerdote, representando la persona de Cristo en virtud
de la potestad recibida por el sacramento del Orden, y que es ofrecida por él
en nombre de Cristo y de los miembros de su cuerpo místico, es realmente el
sacrificio del Calvario, que se hace sacramentalmente presente en nuestros
altares”[28].
Según la Constitución
Lumen Gentium 11, la eucaristía es “fuente
y cima de toda vida cristiana”; en Presbyterorum
Ordinis 5, los demás sacramentos, como también todos los ministerios
eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se
ordenan; la Sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de
la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra pascua. El Código de Derecho Canónico, canon 897, llama frecuentemente a la
Eucaristía sacrificio del altar; aporta un texto que sintetiza perfectamente la
doctrina conciliar sobre la eucaristía y en el cual, por lo que se refiere,
emplea el mismo verbo que el Vaticano II, perpetuar. El Catecismo de la Iglesia Católica lo presenta como memorial del único
sacrificio de la cruz, por ser memorial de la Pascua de Cristo, la Eucaristía
es también un sacrificio, porque representa el sacrificio de la cruz, porque es
su memorial.
Apuntes de clases de teología
[1] P.
GARCÍAS. Carlos Vítolo. La Eucaristía sacramento de la fe. Ediciones
cristiandad. 2001. Pág. 9
[2]
IZQUIERDO. César. Diccionario de teología. EUNSA. Pamplona. 2006. Pág. 355
[3] D.
Sartores. Nuevo Diccionario de Liturgia. San Pablo. Madrid. 1987. Pág. 732
[4] SAYÉS.
José Antonio. El Ministerio Eucarístico. Ediciones Palabra. 2003. Pág. 21
[5] Ex 3,15
[6] Num
10,10
[7] Ex 30,16
[8] Lv
2,2.9.16; 5,12; 6,8; Num 5,26
[9] Lv 24,7
[10] Ex 16
[11] Gen
14,18
[12] Gen
22,10
[13] Ex
12,1-14
[14] Prov
9,1
[15] Ex
12,21-27
[16] Ex
12,26-27
[17] Mt
26,26-28; Mc 14,22-25; Lc 22,19-20
[18] Jn
6,32-34;51
[19] Jn 6,54
[20] IZQUIERDO,
César. Diccionario de Teología. EUNSA. Pamplona. 2006. Pág. 357
[21] SAYÉS,
José Antonio. Del ministerio Eucarístico. Ediciones Palabra. 2003. Pág. 58
[22]
GESTEIRA, Manuel. La Eucaristía misterio de comunión. Ediciones sígueme.
Salamanca. 1995. Pág. 38
[23] Mt
11,4-6
[24] SAYÉS,
José Antonio. El Ministerio Eucarístico. Ediciones Palabra. 2003. Pág. 69
[25] Ídem.
Pág. 167-184
[26] SAYÉS,
José Antonio. El Ministerio Eucarístico. Ediciones Palabra. 2003. Pág. 217
[27]
CONCILIO VATICANO II. Sacrosantum Concilium, 47. Pág. 140.
[28] SAYÉS,
José Antonio. El ministerio eucarístico. Ediciones Palabra. 2003. Pág. 240
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