Apuntes de Teología: La espiritualidad del presbítero diocesano.
La “vida
espiritual” o “espiritualidad” del sacerdote se presenta en la exhortación apostólica
“Pastores dabo vobis” a partir de la llamada universal a la santidad que
consiste en la caridad (cf. LG 40). “Espiritualidad” es equivalente a “vida animada
y dirigida por el Espíritu hacia la santidad o perfección de la caridad” (n
19). Para el sacerdote ministro hay una nota especifica de esta perfección: “la
caridad pastoral”.
El sacerdote
esta llamado a ser “trasparencia” de Cristo. ·Por tanto, los presbíteros son
llamados a prolongar la presencia de Cristo, único y supremo pastor, siguiendo
su estilo de vida y siendo como una transparencia de él en medio del rebaño que
les ha sido confiado” (PDV 15). El decreto conciliar sobre el sacerdote había señalado
unas líneas de fuerza: comunión (PO 7-9), misión universal (PO 10.11), santificación
al estilo del Buen Pastor (PO 12-17). Concretamente se pueden subrayar tres
afirmaciones claves: ser “instrumentos vivos de Cristo sacerdote” (PO 12), “ascesis
propia del pastor de almas” (caridad pastoral) (PO 13), “conseguirán la
santidad ejerciendo sincera e incansablemente sus ministerios en el Espíritu de
Cristo” (PO 13). Es siempre la caridad pastoral que se expresa concretamente en
las virtudes del Buen Pastor (humildad, obediencia, castidad, pobreza) (PO
15-17), y que necesita la puesta en práctica de unos medios comunes y
particulares (PO 18s).
La vocación al
sacerdocio ministerial comienza con un encuentro con Cristo, quien quiere que
su llamamiento se prolongue en una vida misionera: pues muy bien lo dice el
evangelio “llamó a los que él quiso para que estuvieran con él, y para
enviarlos a predicar” (Mc 3,13-14). Así mismo la respuesta del sacerdote a este
llamamiento se torna a un gozo pascual, porque puede darse a Cristo el testimonio
máximo de amor. El sacerdote, como los Apóstoles, en colaboración con su propio
Obispo, y estando al servicio de la Iglesia, es el testigo calificado de Cristo
muerto y resucitado, como esta escrito: “nosotros somos testigos” (Hc 2,32); “lo
que hemos visto y oído, os lo anunciamos” (1Jn 1,3).
Hay que tener
muy claro que el sacerdote, debe conocer bien su espiritualidad como tal. Pues espiritualidad
significa una vida en el Espíritu, y el sacerdote hace de ella, un signo personal
y especifico de Cristo, puesto al servicio de la comunidad de la Iglesia local
y universal, en relación con el carisma episcopal.
Por lo tanto,
la espiritualidad sacerdotal brota de la gracia del Espíritu Santo, como participación
en la consagración (el ser) y la misión (el actuar) de Cristo profeta,
sacerdote y rey. En las palabras del rito de la sagrada ordenación, se
encuentra resumida en la exhortación del Obispo a los sacerdotes para toda la
vida: “imitad lo que hacéis”. Y con esta espiritualidad por consiguiente viene la
vocación a la santidad, vocación dada a todo cristiano, mas aún para los
sagrados ministros existe una llamada especial a la perfección que ellos alcanzarán
de manera adecuada si ejercen sus funciones con ánimo sincero y sin descanso,
con el Espíritu de Cristo.
Llamados por el Espíritu
Santo a
crear, hacer, formar,
presbiterio.
El sacerdote
diocesano encuentra su espiritualidad especifica al vivir su ministerio en la
caridad pastoral, en comunión con el Obispo como sucesor de los Apóstoles,
formando un presbiterio a manera de familia sacerdotal, estando al servicio de
la Iglesia local en la cual esta incardinado, y permaneciendo disponible para
la misión de salvación universal. La espiritualidad sacerdotal diocesana es,
pues, eminentemente eclesial y misionera.
Así pies
estamos convencidos que los presbíteros sin una fuerte vida espiritual y un
generoso servicio apostólico, en intima unión con Cristo sacerdote y Buen
Pastor, hasta llegar a la cumbre de la santidad, en la línea de la
espiritualidad que les es propia, es imposible realizar la identidad sacerdotal
y preservar con generosidad en el ministerio.
La espiritualidad
del clero diocesano se funda, sustancialmente, en las siguientes bases:
·
La adhesión de
amor y servicio a Cristo, enviado por el Padre y consagrado por el Espíritu,
acogiendo en especial el misterio central de la Eucaristía y la presencia
ejemplar de María.
·
La comunión y
obediencia cordial y generosa al Romano Pontífice y al propio Obispo.
·
Fraternidad profunda
con los sacerdotes del presbiterio local.
·
El servicio apostólico
en favor de los fieles de la Iglesia particular y un empeño en ayudar a las
Iglesias necesitadas, y en evangelizar a los no cristianos.
En efecto, el
llamamiento, la consagración y la misión hacen participar en la realidad de
Cristo, consagrado en el Espíritu y enviado por el Padre.
Los medios
comunes de espiritualidad cristiana son también necesarios a los sacerdotes. Además,
se les ofrecen medios específicos, que consisten en actividades relacionadas
con su ministerio, que se han de vivir según el espíritu y las directrices de
la Iglesia.
Podemos decir,
que la espiritualidad sacerdotal diocesana y misionera no se vive aisladamente,
sino en el propio presbiterio diocesano, en unión con el Obispo. La presencia central
y animadora del Obispo, y la responsabilidad de cada uno de los sacerdotes, harán
que el presbiterio estimule su fervor y brinde medios concretos para la vida
espiritual, llegando a ser una verdadera familia sacerdotal que cuida y hace progresar
a sus propios miembros. En particular, el presbiterio deberá estimular la formación
permanente, especialmente espiritual, indicando los objetivos y proporcionando
los medios a nivel personal y comunitario.
Bautismo: llama a hacernos “otros Cristos” sobre la tierra (Sacerdote,
Profeta y Rey), esto es para todos.
Sacerdocio
ministerial: vive el ser “otro
Cristo” de una forma muy específica. Configurados a Cristo Buen Pastor. Caridad
Pastoral: vida amorosa, vive para amar, amar en clave de servicio, el que hace
de la caridad partir en servicio. Pastor que vigila a sus ovejas, las cuida. Hombre
dedicado a servir, entregado desde su vocación en su Iglesia particular. Hombre
de oración, de la Biblia, de los sacramentos, apostolado del pueblo, hombre que
camina, que es alegría, vida abundante.
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