Apuntes de Teología: La resurrección de los Muertos
La Resurrección
de los muertos
La vida es, en la creencia de Israel, el don decisivo de
Dios a los hombres; pero la vida en sentido pleno incluye salud, descendencia,
bienestar, paz y comunión con las otras personas, el gozar de esto, hasta “anciano
y lleno de días” (Gn 25,8).
Pero la muerte no trae consigo una aniquilación o disolución
total de la existencia; el hombre desciende después de morir al mundo subterráneo,
al séol, al país del polvo y de la sombra que todo lo nivela y desvitaliza. Allí
lleva una existencia vaga y evanescente, sin vida, sin comunión con Dios ni con
los hombres, al margen de la tierra de que fuese bueno o malo, rico o pobre y
de que muriese viejo o joven: “ni los muertos pueden alabar al Señor ni los que
descienden al silencio”.
José Antonio Sayés habla del alma inmortal y
espiritual como concepto, se debe mucho más, como dice Ratzinger al
cristianismo, que en la filosofía griega basta que un término de esta importancia
esté claramente utilizado por Cristo para que la traducción tenga siempre en cuenta.
Por otro lado, poco podrían sacar los cristianos de la
filosofía griega, toda vez que el concepto de alma en Platón no podía depender
de la dimensión de la experiencia y la transmigración, ni en Aristóteles
llegaba el alma a poseer la inmortalidad, pues, como forma de cuerpo moría
juntamente con él, habría hecho falta un retoque de Santo Tomás sobre el
concepto pagano de alma, para que pudiera ser usado sin prejuicios por los
cristianos.
Ahora bien, Juan Ruíz de la Peña es mucho mas
explicito en el tema de la resurrección, nos recuerda que en este ámbito cristiano
vale la pena recordar algo que, de puro sabido corre el riesgo de ser olvidado:
la partida de nacimiento de esta fe esta fechada en el día de la resurrección
de Jesucristo, y el evangelio en su primitivo núcleo, no anuncio a fin de
cuentas otra cosa sino esta: que “Dios ha resucitado a Jesús”.
La creencia de la resurrección, recién nacida prácticamente,
era objeto de disputas escolásticas en el judaísmo contemporáneo de Jesús; fariseos
y saduceos, estaban divididos entre otros, por este tema (Hc 23,6-8; 24,14s)
nos presenta Pablo apelando a la fe resurreccionista para patentizar su acuerdo
con las esperanzas judías y buscando además la alianza con los fariseos sobre
la base de una persuasión común, frente al poderoso partido de los saduceos.
No es exagerado afirmar que la resurrección es uno de
los temas cardinales de la teología de Pablo, quien le imprime además un
resuelto sesgo cristológico.
Pocas verdades de fe cristianas han sido objeto de
mayor incomprensión que esta que nos ocupa. Ya en el Nuevo Testamento,
encontramos síntomas claros de rechazo: la controversia de Jesús con los
saduceos, las indicaciones del libro de los Hechos (17,32; 26,24).
Los escritos del Siglo II en los que podemos distinguir
una tendencia más conciliadora y otras mas agresivas, defienden contra los
paganos, por de pronto, el hecho de la resurrección con un argumento que, en síntesis,
se resume así: no se puede negar lo posible en nombre de lo real no lo fue en
el pasado y pudo entonces parecer imposible; la aparente imposibilidad de un
hecho puede quedar desmentida por la omnipotencia de Dios.
Libanio nos habla de las puertas de la muerte, en que
una es de cristal, por la que se sale de la vida, y la otra de diamante, por
donde se entra a la eternidad. Entre estas puertas se encuentra de pronto un
hombre en el instante de su muerte, sin poder volver atrás, ni pararse, ni huir,
ni diferirlo, sino entrar donde no sabe y para siempre… no es terrible la
puerta por donde se sale; lo terrible es la puerta por donde se entre ¿A dónde se
entra? ¿Quién entra? ¿el alma? ¿todo el hombre?
La resurrección de los muertos ha pasado a ocupar el
primer plano de la enseñanza sobre el destino individual, que ha de decidirse
en el momento de la muerte. De esta manera, la gran categoría popular es el
alma. Todo gira en torno al alma. Se piensa en la propia alma, que hay que salvar.
Se reza por las lamas del purgatorio. Se intenta liberar a las “almas penadas” de
sus obligaciones no cumplidas.
En Israel, la experiencia del martirio de los Macabeos
hizo madurar la fe del pueblo en la resurrección de los muertos. El martirio de
los judíos fieles a la fe en YHVH les llevo a preguntarse por su destino ¿el
sheol? ¿la nada? ¿la posteridad? ¿el puro recuerdo? ¡No! ¡la Resurrección!
El dogma central de la resurrección tiene que decir
algo a esas comunidades en el sentido de una esperanza en relación con el
futuro y de aliento en relación con lo definitivo ya presente en las luchas y
en el martirio de las comunidades.
La muerte y la resurrección de Cristo ponen al desnudo
la realidad escatológica. Por la muerte de Jesucristo se da la aniquilación del
hombre pecador para que en la resurrección nazca la verdadera y absoluta
criatura nueva. Dios responde con la resurrección a la entrega radical de Jesús
en la cruz. Esta fidelidad de Dios es la garantía de la resurrección, y no un principio
inmortal en el hombre.
La resurrección de los muertos es el Reino de Dios que
acontece en plenitud en relación con cada uno que termina su historia. El Reino,
que estaba ya presente a lo largo de toda la vida, se pone de manifiesto. La resurrección
en la hora de muerte encuentra en la resurrección de Jesús su modelo.
Toda resurrección se da en la muerte y en el ultimo día.
Por eso toda contradicción entre estas afirmaciones, desde que se entiende el
termino “ultimo día” no como el término de un tiempo lineal sino como la
plenitud del tiempo terreno: la historia glorificada. Con eso la fe, expresada
en diversos símbolos que hablan de la resurrección en el ultimo día o cuando
llegue Cristo glorioso, permanece en su integridad, aunque no se entienda ya en
una concepción lineal y apocalíptica de la historia y su fin.
Apuntes de clases
de teología
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